lunes, 27 de mayo de 2013

Mi viaje (3ª parte) por Aurora

Quedaba pendiente compartir los días siguientes al masaje recibido por Alejandro. ¡Madre mía! Excitación casi constante, alegría, agradecimiento a mi persona por permitirme hacer algo así, sentirme muy sexy y sobre todo algo sutilmente nuevo: me sentía especialmente mirada por los hombres y también sutilmente noté que sentía menos vergüenza que anteriormente y la que sentía, podía sostenerla más fácilmente. Incluso si soy sincera, me gustaban las miradas. He empezado a disfrutar de la mirada del varón. Estoy empezando a dejarme ser vista, a esconderme un poquito menos como mujer. Insisto, este movimiento es muy sutil, incluso ahora al escribir sobre ello me doy cuenta de que lo había olvidado y que quizás me haya vuelto a esconder algo. Pero noto mis ganas de mostrarme, de estar visible, de estar en el mundo, de sentirme deseada y sobre todo…de desear.

Por supuesto, me masturbé innumerables veces rememorando las situaciones vividas. Notaba más mi sexo, su presencia, su palpitación, su existencia, mi excitación, mi erotización. Esto sí que ha seguido perdurando en el tiempo y estoy muy agradecida a notar su presencia casi continua. Y noto cómo me excito en este preciso momento mientras escribo sobre mí. Nunca habría imaginado que compartiría con el mundo algo así de mí misma. Mi fantasía quizás era más egoica. Siento algo de pudor al mostrarme con tanta claridad.

Hice coincidir el masaje con un viaje de mi pareja así que tuve casi una semana para estar sola en casa y poder reflexionar, encontrarme conmigo misma, dejarme estar en lo que había, digerir todo lo ocurrido, etc.

A lo largo de los días me aparecía una clara apetencia de repetir la experiencia, con los típicos juicios que suelen acompañar a las acertadas necesidades de cada uno del tipo “nunca tienes suficiente”, “para qué quieres otro masaje”, “a ver si te vas a volver loca con estos masajitos” y un larguísimo etcétera que supongo os sonará. Bueno, lo dejé estar. Pero me seguía apeteciendo y de nuevo los juicios “qué va a pensar Alejandro”, “tienes mucho morro” y otro largo etcétera. Total, que finalmente llamé a Alejandro y le hice conocedor de lo que me estaba sucediendo, y al contarle me di cuenta de la importancia de lo que subyacía al deseo de un nuevo masaje.

Contándole, le dije una gran verdad que en la primera sesión no había compartido: en toda mi vida sexual sólo había conseguido tener un par de orgasmos con penetración. No conocía mi punto G y sentía que a mi pareja le frustraba el que no alcanzara el orgasmo con él durante la penetración. Las dos veces que lo había conseguido había sido con mi anterior pareja. Alejandro, como buen profesional, comprendió lo que compartía, agradeció que lo compartiese y efectivamente me propuso una nueva sesión para conocer y vivenciar mi punto G. Encantada de la vida claro. Sentí que mi trabajo personal sobre mi sexualidad iba cobrando más sentido y direccionalidad cada vez. Ahora había un objetivo muy claro y bello para mí.

Me parecía casi imposible esto de acceder a esta posibilidad de mi cuerpo. Siempre he sentido (aunque soy consciente que me pasa con más aspectos de la vida, de mi vida) que era algo a lo que yo no tengo acceso, como si no fuera para mí, y sí para otros. Algo relacionado con el permiso personal que yo me doy a sentir placer, algo de legitimización, de derecho. Yo no tengo derecho, los demás sí. Y claro, me doy cuenta de que es un error, una idea irracional, un esquema asentado en el tiempo erróneo. Pero claro, si uno cree que no tiene derecho a algo, nunca va a optar a ello. Darme cuenta de esto me pone triste.

Y también me alegra sobremanera verlo para poder destruir esta idea errónea y legitimizar mi derecho al goce y al placer conociendo mi cuerpo. Y sobre todo, me alegra sentir que estoy abriendo una puerta personal nueva que me invita a la exploración, experimentación y disfrute de mi sexualidad porque tengo la intuición de que esto tan solo acaba de empezar y eso me genera a su vez una gran motivación para continuar mi viaje porque si hasta aquí ha sido y está siendo maravilloso…olfateo la amplitud de posibilidades.

En la siguiente parte les contaré la segunda sesión de masaje sanador que recibí de “las manos” de Alejandro.  

miércoles, 22 de mayo de 2013

Masaje cuerpo a cuerpo

Hoy he tenido una nueva experiencia dentro del masaje para mujeres. Una experiencia que ha ido más allá del propio masaje, pero que ha sido igual o más terapéutico que el masaje sexual.

Hoy me llamó una mujer de 44 años porque necesitaba un masaje. En principio no quería una sanación sexual sino un masaje erotico sin más; quería sentir y disfrutar de unas manos masculinas. 

Así que después de hablar sobre el masaje que iba a recibir, lo que quería conseguir, lo que le ocurría y cómo lo trabajaríamos, pasamos a la habitación. En esta ocasión el masaje lo realicé sobre futón en lugar de camilla (esto varía según las necesidades de cada mujer).

Comencé el masaje como siempre, con una pequeña toma de contacto y extendiendo el aceite por todo el cuerpo. Y nada más empezar, la mujer me pregunta si podía interactuar conmigo, tocarme, "las piernas nada más". Me extrañé, pues era la primera vez que me hacían una petición así, pero accedí. Al fin y al cabo, estamos en una sesión terapeutica, donde buscamos que la mujer se sienta bien y consiga llegar a la relajación para después experimentar la sanación sexual. Y me alegré de haber aceptado porque fue la manera de que casi al instante, me contara la verdad de su necesidad de recibir este masaje: Su marido es bastante más mayor y por problemas de impotencia de él, llevaba dos años sin tener ningun tipo de relaciones sexuales ocasionándola una frustración que la estaba consumiendo.

Y fue al saber esto cuando se me ocurrió cambiar el masaje. Ella necesitaba mimos, contacto... Estaba claro que necesitaba su orgasmo, liberar tensión, estrés, sacar toda esa energía sexual que la estaba consumiendo... Pero algo me decía que había que cambiar el método. Y me acordé del masaje cuerpo a cuerpo que se ofrecen en centros de masaje eroticos. Se lo comenté y le pareció acertado, le gustó la idea. He de señalar que la comunicación con ella fue muy buena y constante durante toda la sesión, algo que ayuda muchisimo a que el masaje vaya por el camino correcto y se consigan los objetivos.

Me quité la camiseta, me coloqué entre sus piernas (ella estaba boca abajo) y comencé a deslizar mis manos por sus tobillos subiendo hasta sus nalgas, las pasé por la espalda y entonces mi cuerpo siguió a las manos, pasé mi pecho y mi abdomen por las nalgas y toda la espalda mientras mis manos seguian masajeando ahora sus brazos y sus manos. Comencé a resbalar, a llevar mi cuerpo de arriba a abajo y en circulos, usando mis manos a la vez que me deslizaba por su cuerpo. Y poco a poco fuimos entrando en una dinámica que transformó el contacto piel con piel de los mimos iniciales, a un nivel del masaje sexual desconocido para mi, muy diferente pero muy efectivo y satisfactorio.
El aumento de la energía sexual fue muy potente, un despertar intenso, que aumentó aún más al cambiar a la posición boca arriba. El erotismo desatado fue finalmente la sanación que esa mujer buscaba, que necesitaba, y que acabó con la descarga de esa energía sexual acumulada ayudando más todavia a la sanación que en un principio esa mujer creia no necesitar.

Toda la sesión fue para mi diferente, una nueva experiencia pero sobre todo una lección más sobre la energía y la sexualidad femenina, las necesidades y sobre todo la manera en que se satisfacen dichas necesidades.

sábado, 18 de mayo de 2013

Olvidarse de lo importante...

Hace un par de días, viajando en el metro escuché a unos jovenes hablando de "técnicas" sexuales, presumiendo de lo habilidosos que eran unos y riendose de lo poco q sabían otros.

Cuando se es joven sólo se intenta destacar, ser el mejor en algo y que te admiren tus amigos; alimentamos al ego hasta limites insospechados, aunque considero que se trata de parte del proceso evolutivo, del desarrollo de la personalidad.

Lo que me llama la atención es que muchas de las habilidades de las que hablaban y presumian de dominar, las han sacado de internet, de esas miles de páginas que explican cómo convertirte en un gran amante, en el mejor.

Y eso me explica las numerosas insatisfacciones con las que acuden a mis sesiones las mujeres.

Algunos hombres piensan que conocer la anatomía femenina, distintos tipos de técnicas de cama y ser vigorosos es suficiente para dar satisfacción y placer a una mujer. Y cuando se acuestan con una mujer solo esperan el reconocimiento, el aplauso de lo bien que lo han hecho, cómo han sabido excitarlas, cómo sabían dónde tocarlas; tristemente la mayoría les da el gusto y si te he visto no me acuerdo. Y si topan con una mujer que no temen decir la verdad y les cuentan que no han tenido ningún orgasmo, les hacen entender que el problema es de ellas, porque ellos saben lo que hacen.

Y para una noche puede estar muy bien (o no) pero resulta que a ese tipo de hombres se les olvida lo más importante... Ellas. Cuando sólo se preocupan de sus egos, de que se les reconozcan como estupendos amantes, se olvidan del verdadero placer de la mujer, de saber qué les gusta realmente, de hablar con ellas, preguntarles y disfrutar en pareja.

Y la unica solución está en la propia mujer. En que tienen que recordarles a los hombres lo que es verdaderamente importante: conocerse y disfrutar del otro. Explorarse y jugar, experimentar juntos. Las mujeres tienen que tomar el control de su propia sexualidad, pedir, hablar, guiar. Conocerse para dar a conocerse. Y tener claro que el sexo no es una carrera, ni un concurso, sino una forma de expresión de dos almas...



viernes, 10 de mayo de 2013

Mi viaje (2ª parte) por Aurora

Ya introducida completamente en el viaje del masaje he de decir que es de una auténtica exquisitez. El movimiento de sus manos, de sus antebrazos, la delicadeza, la fuerza, las diferentes partes del cuerpo que va masajeando, la manera tan paulatina de acercarse a mi sexo, el ir y venir sin prisa y sin pausa, el olor del aceite en mi cuerpo, el aumento de la intensidad de mi respiración, el gusto de estar allí, la confianza que iba apareciendo de dejarme hacer, de dejarme tocar, de dejarme sentir. Arriba, abajo, boca abajo, boca arriba, espalda, piernas…¡qué gusto mujeres! Si el viaje solo durara hasta aquí, incluso merecería la pena. Pero hay más, mucho más.

De nuevo pudor por escuchar mi respiración, mis gemidos, por empezar a sentir ganas de abrir un poco más mis piernas. Mucho gusto, mucho gusto. Y pasamos del masaje indirecto de mi sexo al masaje directo de mi sexo. Me costó dejarme estar en la excitación pero me gustó permitirme también esta opción de no estar excitada pero sí disfrutona porque creo paradójicamente, que esto justo fue lo que me permitió entrar en el gran campo de la erotización, el dejarme estar también con lo que no había. Estaba tanto en mí que podía darme cuenta de cada sensación corporal que sentía y esto me ha proporcionado mucha información sobre mí. Sentía gusto por estar sintiendo lo que sentía, aumentaban mis gemidos, mis movimientos de cuerpo, aumentaba el ritmo con el que Alejandro me estimulaba y lo que me aparecía con mucha claridad era algo así como “así está bien, no sé si voy a seguir subiendo pero esto me está gustando, quédate ahí y así, sigue” y pum, subía una especie de nivel y empezaba a sentir más placer y volvía a aparecerme de nuevo “así está bien, no sé si voy a seguir subiendo pero esto me está gustando, quédate ahí y así, sigue” y pum, otro especie de escaloncito de nuevo y otra vez ese pensamiento.

Entiendo que a eso se le podría nombrar como satisfacción, plenitud y que justo esto es lo que nos hace ir ascendiendo en el placer, la excitación y alcanzar el orgasmo. Pude comprobar por mí misma aquello de la importancia de disfrutar el momento, el presente, no esperar nada del segundo siguiente y mucho menos estar pendiente del final, del orgasmo y que justo esto es lo que nos abre las puertas del cielo. Gozar del camino. No exigirme nada y mucho menos estar en un sitio o momento distinto al que estoy. Sentía un “no sé dónde voy pero así ya está bien” Muy recomendable mujeres. Vuelvo a excitarme al recordarlo.

Qué importante es para mí no exigirme y dejarme estar en lo que hay aunque no corresponda con lo que creo tiene que haber. Esto sí que es un verdadero viaje.

Cuando mi excitación empezó a subir y subir y empecé a gemir más, a erotizarme entera fue cuando utilizó conmigo una frotación del clítoris de una manera que nunca había experimentado y que luego le pregunté cómo lo había hecho porque la sentía muy acertada para mí.

En algún momento se me pasó por la cabeza que los vecinos iban a oírme y me sonreí pensando que eso era una favor para ellos, un acto de generosidad por mi parte y me dejé llevar y claro…me excitó muchísimo pensar que me oían. Antes de empezar la sesión pensé que a lo mejor me cortaba el chillar por ellos, pero no, estaba equivocada, al revés.

Y claro, finalmente alcancé el orgasmo y las puertas de ese tan nombrado cielo se abrieron y allí me encontré con la señora Facilidad: facilidad de ser, facilidad de estar, facilidad de compartir. Allí viví lo fácil que es en realidad todo, lo fácil que es poder acceder a una masaje sexual, lo fácil que es encontrarse con alguien, lo fácil que es estar bien y disfrutar y claro… qué fácil es lo fácil pero qué difícil es llegar a lo fácil, lo difícil que es adentrarse en un mundo fácil. La dificultad de atravesar prejuicios, desconfianzas, miedos…Y esto me apenó, por mí y por la humanidad entera que andamos más bien siempre en la dificultad. En términos psicológicos lo describiría como el primer tramo que hay que atravesar (la dificultad) es el Ego o carácter o coraza y lo fácil sería nuestra parte más esencial, nuestro ser, nuestro yo, que no se complica el vivir. Pero es cierto que intentamos llegar a esto último por algún atajo sin querer pasar por la primera parte y es imposible. Bueno, a los que están muy trabajados a nivel personal supongo que o les costará menos o no les costará. En ello estoy y seguiré.

Y empecé a reírme y reírme por esa facilidad de todo. Es de auténtica risa lo sencillo que es todo mujeres. Y es de auténtica tristeza lo complicado que lo hacemos, aunque según lo escribo me doy cuenta de lo trillado que está este concepto. Y estuve un buen rato con una frase que repetía una y otra vez “qué bien, qué bien, qué bien” lo sentía en todo mi cuerpo. Alejandro me indicaba que quizás este era mi mantra, que lo utilizara y lo hago siempre que me acuerdo. Infalible. Me funciona mucho.

Todo esto me indica la importancia de los momentos de después del orgasmo. Lo importante que es darle un espacio, vivir lo que se siente, ponerle conciencia a los momentos que le siguen al orgasmo . Me parecen de una lucidez amplia.

En algún momento antes de todo esto, recuerdo haber topado también con el señor Daño, el daño causado por los hombres en mi vida y lloré y lloré y lloré, lo lloré. Y sentí el consuelo de Alejandro, su presencia, su compasión y su ánimo para seguir adelante y no quedarme enganchada en este lugar. Oía, aunque no lo dijo, un “vale, vale, pero ya está. Te hemos hecho mucho daño pero sigamos adelante” Fue muy importante su intervención en este momento del masaje, tanto su acompañamiento como su empujoncillo para seguir adelante.

También topé en algún momento del viaje con doña Agradecimiento. Qué gran mujer esta, qué gusto me produce sentir agradecimiento. Lo sentí hacia Alejandro. Me pareció muy generoso ayudando y compartiendo sus conocimientos con las mujeres. Creo que hay que ser muy valiente para adentrarse en el camino de la sanación sexual, donde siempre hay delgadas líneas entre casi todo. Así que aprovecho la coyuntura para volver a agradecerte tu guía Alejandro. Porque también me di cuenta de que, al fin y al cabo este masaje no deja de ser un encuentro entre dos personas, entre un hombre y una mujer y en estos intercambios las cosas que se producen son muchas. De todas maneras, de esta parte del encuentro con el hombre hablaré en próximas partes.

También pude sentir mi propia generosidad por mostrarme tal cual soy, mi desnudez, con lo que hay, lo que no hay, etc.

Al finalizar Alejandro me obsequió con la imagen que había tenido de su intervención. Me dijo que había visto una puerta grande, enorme, con una cerradura pequeña y que parecía que pesaban mucho las puertas y que no iba a poder abrirlas. Así que decidió llamar y esperar a que abrieran. Como eran puertas grandes imaginó que la casa sería grande y tardarían en abrir así que decidió quedarse fuera esperando sentado la apertura. Y las puertas se abrieron. Qué bonito. Qué bonita descripción de mí, de mi sexualidad, de mi ser mujer, de mi con el hombre, de mí incluso con la vida y con lo que hay esperándome.

Lo más importante de este tramo del viaje fue la integración que sentí que se produjo entre mi corazón y mi sexo, entre mi parte afectiva y sexual. Y esto me resulta muy complicado explicar cómo se dio y por qué sé que se produjo, así que me reservo este cachito de intimidad para mí. Lo estoy saboreando ahora mismo.

En el próximo viaje os contaré los días posteriores al masaje, cómo me sentí, cómo lo he integrado y los aspectos que se han movido con mi pareja.



jueves, 2 de mayo de 2013

Mi viaje (1ª parte) por Aurora

Desde el momento en que me subí a la camilla dispuesta a recibir el masaje para mujeres, supe que aquello iba a ser un viaje. Un viaje a mi interior, a mi sexualidad, a mi sexo, a mi ser mujer, a mis emociones y pensamientos y al encuentro con el otro, con el hombre.

Y así fue, pasó lo que pasa en todos los viajes: perdí la noción del tiempo, todo me parecía nuevo, topé con el miedo, los nervios, la dificultad, el famoso pensamiento de “qué hago yo aquí” y finalmente con la entrega al placer y el no querer que se termine el viaje y el agradecimiento por todo lo visto, sentido y compartido.

Voy a intentar desmenuzar lo que fui viviendo por varios motivos. El principal: es algo que quiero hacer para mí, siento que necesito escribirlo, que me va a ayudar a hacer un puzzle importante: mi sexualidad. Y el secundario, por generosidad, porque me gustaría que todas las mujeres del mundo pudieran experimentar un viaje parecido a éste cogidas de la mano por un profesional como Alejandro. No tengo hijas pero intuyo que en breve vendrán o eso espero y me hacía la reflexión sobre si les recomendaría un masaje como este. Mi respuesta es rotundamente afirmativa.

Me gustaría decir antes de comenzar a contarles, que efectivamente mi viaje fue mío, es muy posible que no se parezca al de el resto de mujeres o sí, o en algunas cosas sí y en otras no. Porque básicamente creo cada una tenemos nuestros aspectos a mirar, a trabajar, nuestras historias de vida son distintas, nuestra experiencia con la sexualidad es diferente y un largo etcétera, así que lo que descubriremos será muy personal e intransferible. Aunque también sé que lo que tenemos en común y nos une a todas y cada una de las mujeres tiene mucha más fuerza que lo que nos diferencia y por eso es importante compartir lo de uno, por si le sirve a otros.

Me avergüenza comenzar diciendo que soy psicóloga de profesión y tengo 37 años. Y me avergüenza porque pareciera que tengo que tener determinado avance personal pero me doy cuenta que no, que mi edad y mi profesión tan solo me sirven para atreverme a dar un paso como éste y experimentar un masaje sexual. Así que con lo primerito que topé fue con mi orgullo, mi orgullo de “yo no debería necesitar un tipo de masaje así” Pues sí, lo necesitaba y me agradezco haber podido atravesar esta primera barrera porque además me quedaban unas cuantas más por atravesar.

Intentaré moverme con comodidad entre lo profesional-teórico y la experiencia personal vivida, entendiendo las grandes limitaciones que tengo en ambos terrenos pero así me ayudará a estar en una actitud más humilde. ¡Allá voy!

Lo primero con lo que me encontré fue con la sensación continuada de estar yendo a mi propio ritual de paso de niña a mujer. Ir de la mano con un hombre a realizar esta bonita transformación. En nuestra cultura este rito no existe, bueno, en realidad casi ningún rito. Una auténtica pena a mi parecer.

La menarquía (primera menstruación) quizá sea lo que marque más este paso. Las felicitaciones que se reciben y la típica frase de “ya eres una mujercita”. Esto marca, mujeres. Y por lo que sé, de muy diferentes maneras. Todas tenemos una historia de alegría o tristeza o vergüenza o pudor o desconcierto, etc. con nuestra primera menstruación. A mí no me gustaron esas felicitaciones, no entendía nada, no quería hacerme una mujer, no sabía qué podía implicar eso, nadie me lo explicó y sentí mucha vergüenza. Pero bueno, no viene al caso. Vuelvo al masaje y lo que sí sentí fueron ganas de llamar a mi madre, incluso en un momento hice la broma para relajar mi nerviosismo y lo dije en alto “mami, mami”. Me gustaría que las madres acompañaran a una transición así. Por pedir que no quede. Pero no, al final la mayoría de nosotras nos hemos apañado con el sexo cómo hemos podido y supongo que lo mismo ellos. Con escasos acompañamientos parentales y más bien de iguales y esto con suerte. El caso es que me alegré que, aunque de adolescente no lo hicieran conmigo, poder hacerlo ahora yo de mayor, eligiendo la persona y la forma, con un profesional de la sanación, de la mujer, de la sexualidad y sobre todo, con un gran corazón.

Vergüenza, pudor, nervios, incluso un poquitín de miedo…en fin, todas esas cosas que se experimentan ante lo nuevo, lo desconocido, fueron los primeros sentimientos con los que topé de primeras. Inevitables por otro lado pero qué bien, porque podía verlo y acompañarme, estar conmigo. Sobre todo viví con mucha claridad cómo iba atravesando mi propio pudor, pudor de estar completamente desnuda, de mostrarme toda yo, de sentir su masaje en mi cuerpo.

Y ya está porque la relajación, la comodidad, el sentirte a gusto, acompañada y tranquila le competen a Alejandro. Así que, atravesada esta segunda barrera de timidez, topé con el dejarme hacer, dejarme sentir, dejarme tocar, dejarme mirar y de momento a poco más podía llegar. Y claro, escribiendo esto me pregunto si no habré sentido este pudor en cada relación sexual que he tenido ¿Y saben? Creo que tristemente la respuesta es afirmativa. Si no en todas, en muchas. Y el problema para mí es siempre el mismo, no estar atenta a mí, a lo que siento, a lo que me pasa, a lo que quiero, a quien soy. Y claro, en una experiencia así es muy difícil escaparse a una misma.

Desde mi punto de vista profesional lo que puedo aportar sobre la magia de este masaje es el nivel de presencia, conciencia del momento y de sí mismo que se adquiere. Y cuando uno se ve y se siente con tanta claridad y lucidez es muy fácil que algo cambie y mejore después, sencillamente y sin más. Sólo por el famoso “Darte cuenta” utilizado en la Terapia Gestalt. El Darte Cuenta de qué sientes, piensas y experimentas en cada minuto del masaje tiene un efecto curativo en sí mismo.

Y bueno, atravesado todo esto que no es poco, pues ya pude entrar en otros lugares más agradables. Una confesión: qué excitante es en sí misma la situación mujeres. Muy excitante. Aunque también confieso que la excitación venía y se iba. Iba a ser toda una conquista personal por mi parte dejarme entrar en esa parte del viaje.

De camino, topé con la sacralidad de mi vulva, de mi vagina, de mi sexo, de mi coño, de mi punto G. Me cuesta utilizar el término apropiado para mí. Tendré que ir encontrándolo a lo largo de este escrito con vuestro permiso. Ponerle nombre a las cosas ayuda a integrarlas, a reconocerlas, a darles un sitio. Así que voy a aprovechar la coyuntura. Me parece importante decidir qué palabra describe mejor para nosotras nuestro sexo, creo que voy a elegir de momento esta.

Contactar con la sacralidad de mi sexo fue una experiencia de auténtica plenitud y alegría. Algo que entendía desde mi parte racional pero que nunca había experimentado vivencialmente. Así que agradecida. Sin embargo, me di cuenta cómo puedo “esconder” lo que valoro como sagrado justo por este hecho, por ser sagrado lo guardo, lo atesoro, lo escondo tanto, tanto, tanto que no se puede acceder, ver, disfrutar, utilizar…y entonces topé con la importancia de normalizar lo sagrado, mostrarlo, no realzarlo tanto, simplemente tener conciencia de ello y ya. Lo sagrado también tiene derecho a la vida y no necesita tanta sobreprotección.

En la siguiente entrada, la segunda parte de mi viaje, intentaré explicaros cómo viví el masaje en sí, lo que sentí.