El siguiente post relata en
primera persona la experiencia de una mujer de 36 años a lo largo de su vida
sexual y su encuentro con el masaje de sanación. Una mujer que a pesar de haber
tenido varias parejas sexuales, no sentía placer y no conocía el orgasmo. Su
historia puede parecer sorprendente para unas mujeres y cercana para otras.
Ella lo cuenta con la intención de que, aquellas que se identifiquen con ella,
sepan que no son las únicas. De que su historia las ayude.
Su testimonio es largo, y estuve
tentado de ponerlo en dos partes o incluso resumirlo, pero es un relato tan
entrañable y valiente, que merece la pena dedicarle un rato y leerlo completo, tal y como lo envió.
Ella os agradece de antemano vuestro tiempo y vuestros comentarios.
“Antes de comenzar, quisiera
deciros que me considero una persona normal, alegre, decidida; la gente que me
conoce suele tomarme cariño rápidamente y la vida en general me va bien: Tengo
un buen trabajo, mi propia casa, amigos y amigas con quien viajar y compartir…
Pero siempre hay un “pero”… En
cuestión de hombres no puedo decir que haya tenido mucha suerte. He tenido muchos
problemas (no muy graves por suerte) pero que unidos unos a otros terminaron convirtiéndose
en un mundo, una barrera a mi alrededor que logró tirar a un pozo muy profundo
mi alegría, mi determinación y mi autoestima. Estaba en una espiral descendente
donde no había fin, y todo me parecía tan difícil que creía que nunca saldría
de ahí.
Hasta que un día desperté y
decidí que no podía seguir así. No quería sentirme así. En mi cabeza me repetía
una frase una y otra vez “quiero estar bien” y decidí ponerme en manos de una
psicóloga. Y acerté. Qué buena decisión fue. Porque después de seis meses volví
a la vida, o al menos regresé en gran parte. Incluso comencé a leer libros de
autoayuda y realmente fui subiendo poquito a poco. La verdad que todos esos
problemas ya no me afectaban ni podían conmigo.
Pero dentro de mí había algo, un
muro que se había levantado a base de desengaños con los hombres. Notaba que no
sentía nada y que todos ellos iban a su propio interés. Que yo era incapaz de
sentir con ellos ningún tipo de placer. Y cada vez sentía más rechazo hacia a ellos,
porque no eran capaces de hacerme sentir nada (¿O quizás era yo?) Me había
vuelto tan fría, que ningún hombre era capaz de superar ese muro.
No sentía sus besos, no sentía
sus abrazos, ni siquiera cuando me tocaban. Era hielo puro. Mis relaciones
sexuales cada vez me frustraban más porque no sentía nada.
Y cuando algún hombre era un poco
menos egoísta y me dedicaba algo más de tiempo, como era incapaz de sentir, al
final terminaba cansándome, sintiendo incluso dolor y deseando que acabara de
una vez para que me dejara tranquila.
Y así, como de la nada, cuando ya
daba por sentado que era yo, que era algo mío y que serían así mis relaciones
sexuales toda mi vida, conocí este tipo de masaje. Yo ya conocía a Alejandro,
pero no sabía que él lo realizaba. Hasta que una tarde charlando con él, me vio
quizá tan angustiada, que me comentó sobre el masaje de sanación emocional y
sexual. He de admitir que a mí este tema al principio me asustaba hasta pensar
en ello; para mí era tabú, vergonzoso… uffff era muy vergonzoso hablar de ello
y mucho más con un hombre.
Pero Alejandro es lo bueno que
tiene; que te habla con tanta naturalidad que parece que estás hablando con tu
mejor amiga (incluso mejor).
En fin, que comenzó a comentarme
qué era, para qué servía, cómo lo realizaba… y de repente me encontré contándole
todos mis miedos (sí, mis miedos) con mucha vergüenza. Y de repente sentí curiosidad
y pensé “¿Será verdad todo lo que dice? ¿Tendré la llave de mi verdadera
felicidad ante mi mano? ¿Y si él es capaz de ayudarme a conseguir eso que me
falta? ¿Por qué no probar?” y volví a pensar “Yo sólo quiero estar bien”.
Así que decidí con toda mi
vergüenza, que si ese masaje podía darme una posibilidad para sentirme bien, me
lo daría. Era por mi bienestar y porque merecía ser totalmente feliz en todos y
cada uno de los aspectos de mi vida.
Y fue así como decidí ponerme en
sus manos. Sentí mucha vergüenza al quedarme desnuda delante de él, pero
Alejandro desde el principio te hace sentir bien.
Al principio me sentí asustada,
porque aunque me explicó todo con anterioridad, no dejaba de ser tabú para mí,
aunque decidí dejarme llevar y me tumbé en la camilla. Entonces, cuando sentí
sus manos en mi cuerpo, me sentí muy relajada de golpe, muy tranquila, ya no
tenía miedo. Incluso esa sensación me provocó una pequeña risa tonta por
dentro. No entendía cómo si no podía sentir nada sí me podía dar risa.
Según iba masajeándome, me
relajaba más y más hasta que de pronto, noté como si se me durmieran las manos
y me asusté mucho. Se lo comenté y me relajó diciéndome que eso era la energía
que estaba empezando a fluir libremente y eliminado los estancamientos que
existían en mí. Yo seguía algo asustada ¿Cómo era posible que esa energía me
durmiera las manos? Pero él hizo que confiara y me dejara llevar de nuevo.
Fue entonces cuando me vino todo
mi pasado con los hombres, mis frustraciones, a la cabeza. Y sentí una presión
muy fuerte en el pecho, no me dejaba respirar y sentí ganas de llorar.
Alejandro lo sintió (todavía no se cómo) y poniendo una mano sobre mi pecho me
dijo “Tranquila. Expúlsalo. No estás sola. Yo te acompaño” y… ¡boom! Salió mi
superfrase entre llantos “¡Soy incapaz de sentir!”
Me dijo que eso no era verdad, que
yo estaba sintiendo pero que mi cabeza no me dejaba darme cuenta. Me
tranquilizó y continuó con el masaje y entonces… “Es cierto. Siento.” Me dije.
Sí sentía… no me lo podía creer. Yo estaba sintiendo, era increíble. Esa
sensación me hizo llorar de nuevo, solo que ahora con una diferencia enorme…
ahora era porque sentía.
Al verme llorar esta vez me
abrazó, tan fuerte, que ese abrazo fue incluso mejor. Sentí su cariño. ¡Ya no
era fría! Comprobé por mi misma con su ayuda que sí era capaz de sentir. Así
que le di permiso para seguir adelante con el masaje y pasar a mis genitales.
Al principio, de nuevo, no sentía
nada. Notaba que él estaba masajeando allí abajo, pero como si me tocara un
brazo o cualquier otra parte de mi cuerpo.
Entonces pensé en lo que me dijo.
Que pensara en todo lo que me hacía, dónde me tocaba y que pusiera toda mi
atención en ello. Al rato comencé a notar más, era más consciente de lo que
hacía pero sin llegar a sentir aún. Pensé “ahora me está tocando aquí o allí” e
intenté concentrarme en qué sentía cada vez que me tocaba en un sitio, sólo en
eso y ver lo que pasaba.
Y de repente noté como una
especie de… no sé cómo describirlo… cosquillas quizás o algo así. Noté algo muy
intenso. No sé denominar ese sentimiento. Fue muy fuerte y me hizo encogerme,
así que puse todas mis fuerzas en intentar concentrarme en esa sensación, en
eso que sentía y me relajé. Algo muy intenso me recorrió todo el cuerpo, por
dentro y por fuera, de pies a cabeza. Quise por un instante huir de ello, me
eché hacia detrás asustada, pero de golpe, una paz me invadió entera. Me quedé
muy relajada… no era capaz de moverme, pero que sentimiento más agradable…
Después de esa sesión, me sentí
como si me hubiera quitado un gran peso de encima. Tomé consciencia de que no
soy yo la culpable de no llegar a sentir. Me siento liberada, bien conmigo
misma; ahora sé que sí puedo y sé que quiero conseguirlo. Ahora sé que si puedo
ser totalmente feliz, me siento plena.
Ahora me doy cuenta de lo que me
pasaba: Mi primer gran amor me hizo tanto daño y me dejó tan mal, que no me
permití volver a sentir nada en la cama ni hacia nadie en cuestión tanto de
amor como de sexo. Ahora soy consciente que con el resto de hombres que han
pasado por mi vida ha sido tan sólo apego lo que he sentido. Era como una
necesidad de sentir, pero sin querer sentirlo. Y así fui enlazando una relación
tras otra y sintiéndome cada vez más frustrada.
Pero esto era el principio…
Alejandro me recomendó al menos otra sesión para conseguir reforzar lo
conseguido en la primera sesión y poder profundizar más en mis emociones. Así
que de nuevo le llamé y me puse en sus manos.
Comenzó como la vez anterior, con
un masaje por todo el cuerpo, sólo que en esta ocasión sí que sentía sus manos
desde el principio. Sí sentía en cada parte que me tocaba, así que eso provocó
que me relajara más y más fácilmente. Pero claro, yo seguía aún un poco “dormida”
pues mi cabeza seguía sin conectar del todo con el resto de mi cuerpo. Aunque
ya era capaz de sentir sus manos yo no dejaba de dar vueltas en mi cabeza.
En mi mente sólo había una
palabra “NO” y ese “no” era muy fuerte, muy poderoso. Tanto que mis manos se
movieron solas y sin yo querer le retire. Él se apartó con delicadeza y me
abrazó fuerte. Me dijo que pensara en cualquier cosa que a mí me hiciera sentir
bien (la playa, la montaña…) cualquier cosa que mantuviera a mi cabeza distraída
y sin pensar en lo que estábamos haciendo… pero comenzó de nuevo. Ese “NO” era
muy fuerte pero a medida que lo ignoraba, que iba pensando en el agua de la
playa, las olas, la espuma que forman en la orilla… el “no” era más y más
pequeño y empecé por el contrario a sentir algo grande y bueno dentro de mí, y
no quería que se fuera ese sentimiento. Quería que se quedara, que permaneciera
ahí siempre porque me sentía genial, sentía cada milímetro de mi piel… y
entonces sentí una fuerza aún más grande que venía desde dentro, más poderosa
que aquel “NO” que ya había desaparecido por completo. Era una sensación que no
sé cómo explicarla. Fue como un calambrazo que empezó dentro de mí recorriendo
cada rincón de mi cuerpo, pies, piernas, manos… el corazón le sentí golpear muy
fuerte, así como un estallido dentro de todo mi cuerpo y de repente me sentí
muy viva, más viva que nunca en mi vida. Intenté mantener ese sentimiento hasta
que ya no lo aguanté más… y entonces me vino una paz interior que jamás podré
explicar. Fue algo tan bueno…
Y me dí cuenta de lo poderosa que
es la mente, que aunque la había vencido, ella intentó manifestarse de alguna
manera. Y como ya no le funcionaba el “no”, se manifestó ruborizándome,
intentando que aquello que había sentido me avergonzara. Sí, así es, me sentí
por un momento como una niña pequeña, pasando mucha vergüenza. Lo que provocó
que me pusiera boca abajo, escondiéndome de él.
Pero él me volvió a abrazar y le
volvió a demostrar a mi cabeza que eso ya no le valía para nada. Me dio fuerzas
y por fin la vencí para siempre. Ahora me siento totalmente libre, y quiero
sentir esta experiencia el resto de mi vida. Me encantó.
Al acabar él me contó lo que había
sentido durante el masaje y fue precioso. Eso hizo sentirme muy especial. Me
contó que durante la sesión, el visualizó un jardín circular lleno de setos pero
muy blanditos, como nubes, pero vacíos, sin flores ni frutos. Y me dijo que
tenía la sensación que debía buscar algo pero que no sabía qué. Así que siguió
buscando pacientemente mientras yo le guiaba con mi energía, mis sensaciones.
Iba abriendo los setos con cuidado, despacio, hasta que por fin la vio. Era un
flor, estaba allí sola escondida, tímida. Era muy blanca. Y cuando acercó su
mano, la flor se iluminó. Entonces con mucho mimo la cogió y fue en ese preciso
momento, cuando él tiró de la flor, yo conseguí mi primer orgasmo.
Fue realmente increíble.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario